Quedé sumamente sorprendida en una entrevista que le hicieron a Santiago Bilinkis, empresario y tecnólogo, autor del libro: “Pasaje al futuro”. El comentó: “Vivimos en un mundo de Ciencia Ficción”.
Hasta ahora los robots reemplazaron los pies y las manos humanas, pero se viene la preparación de robots con inteligencia artificial: futuros abogados, doctores y profesionales en cualquier área.
Se está trabajando además, con sensores en los coches para el control del manejo del conductor y poder evitar de esa manera accidentes.
Comentó, además, “que será preciso reinventarnos y reinventar lo que nos rodea, nuevos contenidos y nuevas formas de la educación”.
Esta reciente metodología ¿no nos hace pensar que la mano de obra desaparecerá en poco tiempo?
¿Qué será de nuestras sociedades si todo dependerá de una máquina que nos mueva y nos domine?
Anders Sandberg y Nick Bostrom, filósofos de la Universidad de Oxford, estiman en su trabajo “Emular un cerebro completo: un mapa de ruta”, “que a mediados de este siglo ya seremos capaces de reproducir un cerebro humano en silicio. En poco tiempo, los seres humanos quedaríamos muy por detrás de los robots, estos escaparían a nuestro control y la humanidad quedaría a merced de máquinas superiores. Este control no sería violento, ya que las máquinas carecerían de emociones como la ira. Pero si nos cruzáramos en su camino, seríamos para ellos como esos insectos que chocan contra el parabrisas de nuestro auto”.
No obstante, todos seremos necesarios en esta nueva Era Robótica, porque dependerá de cómo se procederá en cuanto a manejar un campo que en realidad posee una inteligencia “artificial”, sin sentimientos, sin gustos, móviles ni capacidad para amar.
Hay un pasaje bíblico que me llena de valor y esperanza: “Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía y entendiese todos los misterios y toda ‘ciencia’, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy”.
En una palabra, amar no es la condición primaria de un robot, sino llevar a cabo un trabajo mecánico y hasta minucioso, lo cual no sería completo para llegar a emular al ser humano.
También, según estadísticas, se estima que en los próximos 20 años los dos tercios de los trabajos actuales manejados por hombres, no van a existir y que serán reemplazados por robots.
¿Será necesario sentir desolación, temor al desempleo y al fracaso?
¿Qué puede ayudarnos a mantenernos serenos ante noticias como éstas?
Las palabras que fueron impartidas por Jesús hace más de 2000 años, siempre transmitieron confianza, esperanza y un sentido de protección permanente a todos y en todo momento.
Nada que esté fuera de la creación inteligente de Dios puede perjudicarnos.
Jesús nunca hizo referencia a los robots, pero sí habló de experiencias traumáticas que pueden estar fuera de nuestro control, llegando a generar destrucción y temor. Aún ante estas condiciones, él dijo: “Cuando comiencen a suceder estas cosas, anímense y levanten la cabeza, porque muy pronto serán libertados”.
Paralelamente con este tema, algo preocupante de los robots y los temores que pueden generar, los últimos acontecimientos ocurridos en México, Miami y parte del Caribe, si bien han sido devastadores, la fe y el valor basados en el poder de Dios hicieron que muchos pudieran salir ilesos de los escombros y también a tiempo de sus casas para estar a salvo de huracanes y terremotos.
¿Qué fue lo que sintieron ellos para mantenerse a salvo? La voz serena y firme del Amor divino, señalando el momento de salir a tiempo en busca de protección.
Tengo amigas en México, y una de ellas me escribió lo siguiente luego de su experiencia:
“En el momento de la intensa sacudida, ante los sonidos de los muros y de algunos cristales rompiéndose, llegaron ideas que aclararon la escena caótica que tenía ante mis ojos: ‘En Dios vivimos, nos movemos y tenemos nuestro Ser’.
Esta idea de la Biblia llegó como un ángel a enmudecer el temor, lo que me dio paz para salir de casa y poder ver cómo mis vecinos también estaban siendo cuidados y protegidos en esta misma Verdad.
Como estudiante de Ciencia Cristiana, sabía que podía aplicar lo que había aprendido durante años, reconociendo que toda mi casa y todo el entorno podían estar protegidos y cuidados.
Pensé en mi hija que se encontraba en el colegio y, mientras me dirigía a recogerla, llegaban ideas de paz y certeza del cuidado amoroso de Dios siempre presente, sabía que al igual que todos los demás niños ya estaban arropados con esta afirmación verdadera.
Fue maravilloso verla recibiéndome con los brazos abiertos, tranquila y muy contenta porque había estado cerca de niños muy pequeños de ‘Kinder’ y había podido cantarles y pedirles que se calmaran al mismo tiempo que desalojaban la escuela.
Estas experiencias pueden confrontar mucho con el concepto humano que tenemos de seguridad, pero a través de esta situación pude comprender que la verdadera seguridad no está en tener los pies afirmados sobre la tierra, sino en la consciencia firme de Ser Uno con Dios; bajo esta comprensión no cabe el temor.”
Estas ideas que escribió mi amiga me hacen pensar en la importancia de no temer por las experiencias presentes ni tampoco por las futuras, porque siempre está la presencia de Dios, el bien, contrarrestando todo temor e incertidumbre.
La Ciencia Cristiana como movimiento religioso es una herramienta útil a través de los años otorgando claridad mental y el hábito de orar diariamente. Los sentimientos puros y el reflejo en nuestra vida diaria del Amor divino erradican toda incertidumbre en cuanto al presente y al futuro, ya sea por el avance inmediato o mediato de la tecnología revolucionaria de la robótica, así como ante posibles efectos destructivos de la naturaleza.
La presencia de Dios, como la fuente de inteligencia, da una respuesta segura a cada necesidad humana y al hombre, otorgándole completo dominio sobre ella.
Por Elizabeth Santángelo